Estas fechas, tan importantes para algunos, tan bonitas para otros, tan tristes y de recuerdos para otros, son para mí, unas fechas que quizás por el exceso de estrés acumulado o tal vez por esos días vacacionales que siempre intento tener, que se me hacen muy agradables de disfrutar.
Este año, y después de varios, dedicados a esquiar en Andorra, hemos optado por una fórmula hibrida, que dicho sea de paso, tiene un poco de todo, nieve, historia, teatro y gastronomía castellana y un largo etc, etc.
Destino, Segovia, un alto en Navacerrada, unas horas flirteando con la nieve, y la primera experiencia……. “restaurante en la misma estación de Ski, vistas inmejorables a la montaña….. toda nevada,…. chimenea redonda a un metro de la mesa, y delante de mí, una sopa castellana que resucita a los muertos”.
Cuando cae la tarde, a Segovia, Hotel Candido ****, solo el nombre, para los que nos va esto de buen comer, nos hace la boca agua. Una vez instalados, ya por la noche impresionante cena en el corazón de la ciudad, segunda experiencia: “ Un patio medieval, todo madera y piedra, calentado por estufas, cuando en la calle caía -1 grado dentro el ambiente era tremendamente acogedor, y delante mió además de lo típico de lugar, un solomillo escabechado con salsa de champiñones, que supongo que me costará bastante olvidar.”
Después de dos días, vuelta a Madrid, para ver el Musical de La Bella y la Bestia, (lo recomiendo), parada obligatoria en San Lorenzo del Escorial, en un restaurante a la entrada del afamado lugar, con trofeos de caza en las paredes rusticas y…………. tercera experiencia “degustar unas piernas de cabritillo, que de no ser porque yo mismo las había pedido, en algún momento podría pensar que comía flan o gelatina, por lo tiernas que estaban”.
En fin, he querido resaltar, tres experiencias, que gastronómicamente, me han aportado algo, que por encima de otras, han supuesto una mención en estas palabras que he querido expresar, y que no hacen mas que reforzar la teoría, de que la comida castellana, es un lujo que no podemos dejar de probar, por supuesto siempre regado con un buen ribera del duero, sobre todo cuando después no hay que conducir.
Este año, y después de varios, dedicados a esquiar en Andorra, hemos optado por una fórmula hibrida, que dicho sea de paso, tiene un poco de todo, nieve, historia, teatro y gastronomía castellana y un largo etc, etc.
Destino, Segovia, un alto en Navacerrada, unas horas flirteando con la nieve, y la primera experiencia……. “restaurante en la misma estación de Ski, vistas inmejorables a la montaña….. toda nevada,…. chimenea redonda a un metro de la mesa, y delante de mí, una sopa castellana que resucita a los muertos”.
Cuando cae la tarde, a Segovia, Hotel Candido ****, solo el nombre, para los que nos va esto de buen comer, nos hace la boca agua. Una vez instalados, ya por la noche impresionante cena en el corazón de la ciudad, segunda experiencia: “ Un patio medieval, todo madera y piedra, calentado por estufas, cuando en la calle caía -1 grado dentro el ambiente era tremendamente acogedor, y delante mió además de lo típico de lugar, un solomillo escabechado con salsa de champiñones, que supongo que me costará bastante olvidar.”
Después de dos días, vuelta a Madrid, para ver el Musical de La Bella y la Bestia, (lo recomiendo), parada obligatoria en San Lorenzo del Escorial, en un restaurante a la entrada del afamado lugar, con trofeos de caza en las paredes rusticas y…………. tercera experiencia “degustar unas piernas de cabritillo, que de no ser porque yo mismo las había pedido, en algún momento podría pensar que comía flan o gelatina, por lo tiernas que estaban”.
En fin, he querido resaltar, tres experiencias, que gastronómicamente, me han aportado algo, que por encima de otras, han supuesto una mención en estas palabras que he querido expresar, y que no hacen mas que reforzar la teoría, de que la comida castellana, es un lujo que no podemos dejar de probar, por supuesto siempre regado con un buen ribera del duero, sobre todo cuando después no hay que conducir.